Decía Carlos Marx que la violencia es la
comadrona de toda vieja sociedad, se refería a un tipo de violencia
revolucionaria que en su base tendría un disparador o especie de activador más
que suficiente: la enajenación económica. En los Manuscritos
Económicos-filosóficos (de 1848) y en El Capital Marx elabora toda
esa teoría. Federico Engels, en su Anti-Dühring, consideraba que:
“Son
siempre y en todas partes las condiciones económicas y los recursos de poder de
que se dispone, los que ayudan a la violencia a triunfar y sin los cuales ésta
deja de ser violencia”[1].
Engels
criticaba que Dühring creyera que la sola violencia fuera el mal absoluto,
olvidando que el lugar y la forma de la violencia están condicionados por su función
en el proceso económico. Muy relacionado con el tema de las armas, que tanto
preocupan a nuestro país, hay que decir que en la economía se desarrolla un
sector específico que magnifica los efectos de la violencia como lo es la
tecnología armamentista. Hannah Arendt, una de las grandes filósofas contemporáneas,
afirmaba que la violencia siempre necesita herramientas[2],
en concreto, armas. Arendt en su análisis político-filosófico de la
violencia concluía que la violencia brota donde nuestro sentido de la justicia
es burlado y ofendido por la deliberada ausencia de poder político, consecuentemente,
la violencia se adueña de los espacios en los que la comunidad política no
actúa concertadamente. Recuerdo que hace ya varios años el Instituto de Opinión
Pública de la UCA (Iudop) realizó un estudio y entre sus hallazgos concluían
que:
“La
fuerte presencia de armas en manos de civiles en el país se explica por una conjunción
de causas: en primer lugar, por los remanentes de los arsenales utilizados en
la guerra que llegaron a manos de civiles; en segundo lugar, por un fuerte
comercio legal e ilegal de armas que se facilitó luego de la posguerra; en tercer
lugar, por la falta de controles efectivos y estrictos a la importación de
armas en años recientes; en cuarto lugar, por una débil acción de las
instituciones nacionales relacionadas con su regulación, comercio, control y
fiscalización; finalmente, por la existencia de una ética social de la
violencia entre amplios sectores de la población, la cual privilegia el uso
personal de la violencia como forma de enfrentar las amenazas”[3].
El Salvador
ha sido muy desfavorecido por el vacío institucional en la cadena de valor del producto
“armas”. Simplemente se ha dejado el negocio de las armas ya sea al mercado
legal o peor aún, al mercado negro donde reina el crimen organizado y éste sí
tiene la capacidad de decidir quién y para qué se arma…
La
Organización Mundial de la Salud (OMS) define la violencia como:
“el
uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o
efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o
tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos,
trastornos del desarrollo o privaciones”[4].
En la
conceptualización de la violencia la OMS incluye la violencia interpersonal, el
suicidio y los conflictos armados. Desde el punto de vista políticamente
correcto de la OMS, el país sufre una epidemia de violencia caracterizada por
el alto índice de muertes violentas: 69.2
por cada 100 mil habitantes.
La OMS
piensa la violencia como el señor Dühring, es decir, como el mal absoluto
y considerándola en el altar de la causa original, sin conexión
con las condiciones económicas como caldo de cultivo generador de esa
violencia.
Más argumentos
sobre la conexión intrínseca entre violencia y economía. El sociólogo polaco
Zygmunt Bauman (1925- ) autor del texto Vidas desperdiciadas. La
modernidad y sus parias defiende la tesis que afirma que la modernidad
capitalista trae consigo una faceta violenta, excluyente, depredadora de la
vida humana[5].
En primer
lugar nos dice que son producto del diseño, las víctimas surgen a partir del
diseño del espacio público; en segundo lugar nos afirma que hay víctimas
producto del progreso económico.
Con la idea
de diseño Bauman se refiere a la gestión y administración del espacio
geográfico y social y la manera en que se configura para beneficio de unos
pocos que se convierten en amos y señores, esencialmente, en arquitectos de la
ciudad burguesa. La exclusión social opera aquí a través de la idea de ordenamiento
del espacio público.
En segundo
lugar la modernidad se distingue de otras épocas por instaurar una nueva
estructura económica denominada capitalismo y este tiene su propia ley
expresada en el libre mercado y la libre competencia.
Visto el
capitalismo en su fase de internacionalización o globalización vemos un avance en
la imposición de las condiciones materiales desde un centro hacia la periferia
y en ese progreso van quedando personas excluidas, que se convierten en
excedentes o residuos no ya por el orden y el diseño de la ciudad, sino por la
economía globalizada, lo anterior ha sido constatado también por las Naciones
Unidas: la globalización, la estructura y organización social del modelo
económico actual han generado una dinámica de exclusión que afecta a todos los
ámbitos y escalas de la sociedad, cuatro de cada cinco seres humanos están
excluidos[6].
Siguiendo
con Bauman, la globalización genera dos tipos de desechos, en primer lugar los
productores de las periferias que no pueden competir con sus pares extranjeros,
aparece, entonces, el productor fallido al haber sido superado por la
eficiencia tecnológica, los productores fallidos quedan como humanos
“obsoletos”. En segundo lugar aparece la figura del “consumidor fallido”
aquellas mayorías que por sus bajísimos ingresos no son target de ninguna marca
o industria, ninguna publicidad se dirige a ellos, no le importan al mercado,
no le importan a la ciudad. Son como castrados para la maquinaria consumista. Quedan
excluidos del juego del mercado y libre competencia.
El crimen
organizado y no las organizaciones sociales que buscan la emancipación humana,
es el que está capitalizando la capacidad de cambio social de toda la gente
afectada por la violencia económica. ¿Qué sociedad parirá esta generación? Ni
quiero pensar la respuesta, me aterra. Hay dos conclusiones muy importantes
para comprender este escenario de violencia que puede ser revolucionaria pero
no justa:
1-La
motivación del crimen organizado es económica y no política; su objetivo no es
tomarse el poder, sino usar el poder para el desarrollo de las economías
ilegales.
2-La
violencia es una manifestación del crimen organizado (una herramienta) no un
fin en sí mismo; su motivación es económica y busca proteger o expandir las
actividades ilegales que generan ingresos[7].
[1] Engels,
F. Obras filosóficas. Trad. de W. Roces. FCE, México, 1986, p.150.
[2]
Arendt, H. Sobre la violencia. Alianza Ed. Madrid, 2006.
[3]
Programa de las Naciones Unidas -PNUD- “Armas de fuego y violencia”
2003. En línea en http://bit.ly/RIUuSD
[4] Organización
Mundial de la Salud -OMS- Informe mundial sobre la violencia y la salud,
2002. Pág. 3.
[5] Bauman,
Z.: Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias. Paidós, Buenos
Aires, 2005.
[6]
Programa de las Naciones Unidas -PNUD-. “Informe Mundial sobre Desarrollo
Humano 1998. Cambiar las pautas actuales de consumo para el Desarrollo
Humano del futuro.
[7]
Ver Garzón Vergara, J. C. La rebelión de la redes criminales: El
crimen organizado en América Latina y las fuerzas que lo modifican 2012. En
línea: http://bit.ly/1jpNTSJ
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