POLÍTICA DE USO

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martes, 3 de junio de 2014

El insulto en la democracia de El Salvador

Luis Eduardo Aguilar Vásquez, Departamento de Sociología y Ciencias Políticas


Al hacer una observación nuestro de país no es difícil percibir acciones donde se privilegia la viveza, el soborno y/o la mentira para beneficio personal. Desde la monja salvadoreña embarazada en Roma, hasta quienes en fútbol les pagan por perder. En muchos casos parece que aquellos quienes deberían de ser “modelos de la sociedad” actúan con bajeza y pisotean los intereses de los demás. En esos momentos comienzan la guerra de ofensas y agravios hacia los “malvados” sobre todo en conversaciones dadas en familia, amigos y en redes sociales.

En estos casos, se ha confundido el tener ideología o postura ante un tema con un cheque en blanco para insultar al adversario. En estos casos, nos gusta la comodidad de la opinión sin la molestia del análisis. Cabe aclarar que ser respetuoso no significa que los que cometan errores deban de ser tratados con benevolencia, pero tampoco significa insultar indiscriminadamente a los “enemigos” y a quienes no estén de acuerdo con mi opinión.

Está “técnica del insulto” (explícito o implícito), no solo es utilizada en las redes sociales sino que grupos de poder tradicionales y medios de comunicación hacen insinuaciones amarillistas hacia el contrario, pero desprecian o ignoran la certeza de la corrupción hacia sí mismos y sus aliados. Estos “métodos” parecen formas del autoritarismo impregnados en nuestra identidad.

En este sentido, parece que la cultura salvadoreña enfatiza más en el morbo y el descrédito hacia los demás y no en la búsqueda de la verdad y la mejora propia. Interesa ver los defectos –reales o no– de los otros (aquel por los millones que se robó o al otro por las amantes y ferraris que se compró), pero la regla de la honestidad y la mesura no se aplica hacia sí mismos. En esta coyuntura surgen ciertas interrogantes, por ejemplo, ¿quiénes son los que le piden pureza a Funes, y no son capaces de expulsar Flores en su propio partido? por otro lado ¿cuántas cosas ha hecho el FMLN que había antes había criticado en Arena?
  
La misma regla debe de aplicar aquellos fanáticos de izquierda y de derecha. No es que no se deba de cuestionar a Funes, Saca o Flores (y sus etc.), pero la idea es que no se ataquen con argumentos fanáticos, ya que la persona polarizada reduce su percepción acerca del adversario con estereotipos y categorías simples de carácter negativo. Esta crítica destructiva parece que ha encontrado un espacio en las redes sociales, la misma está siendo el espacio de cultivo para esta polarización política, donde se expresa en formas sutiles o grotescas la discriminación, donde se confunde el tener ideología con insultar al otro.
Resulta despreciable el insultar con máscara de opinión (aunque la persona objeto parezca merecerlo), también lo es el asumir ser conocedor de sabiduría y justicia plena, ya que de una y otra forma nadie posee completamente la verdad. El fanático exige el respeto para sí que no es capaz de dárselo al otro, haciendo una observación selectiva de la realidad, donde les es difícil ver las virtudes del contrario. Personas que fomentan y asisten a desfiles bufos con pocos fundamentos parecen coincidir con estos perfiles tóxicos, que manifiestan este autoritarismo en nuestra identidad. Estos que atacan a Funes (algunos hasta burlándose de su dolor por la pérdida de su madre), son los mismos que se indignaron cuando se quemaron banderas de Estados Unidos el 11 de septiembre. Una gente con educación no se puede alegrar por la muerte de otra, pero parece que al fanatismo político (de izquierda y derecha) no se le puede pedir decencia.

Ante una sociedad donde en todos los niveles estamos rodeados de corrupción, violencia y nepotismo surge una pregunta ¿será que el insulto a los “malvados” es la fórmula para hacer recapacitar a aquellos que han cometido un error?


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